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7.9.07

"Bichos de Campo"

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Bueno, resulta que uno ahora tiene que continuar con la saga del hombre que en plena ruta tuvo que bajar urgente del auto, urgido por incontrolables fuerzas interiores no precisamente espirituales.


El relato de la semana pasada culminaba en el momento en que nuestro amigo prácticamente se arroja del vehículo ante la imposibilidad de controlar el tropel interior.


Con ese sudor frío y la fatal palidez de víctima quebrantada que tienen los seres humanos en esos casos, el hombre prácticamente se zambulló entre los pastos pobres y secos de la banquina ancha.


Era una mañana fría de los primeros días de agosto y la helada permanecía entre los bajos reparos del yuyal. Y ahí estaba este pobre cristo, casi ayuno de dignidad, tiritando y pensando cómo seguir viaje habida cuenta de que su ropa interior, su pantalón y hasta su calzado habían sido coloreados por la sustancia. ¡¿Qué hacer?¡ Dios mió!!! Y en ese momento, un Scania 420, de los frontales, pasa como a 120 y ya como para darle el golpe de gracia a la mínima porción de decoro que le quedaba, le descargó un cornetazo de aire como para que no le quepa duda de que el señor camionero lo vio. Y él también vio al camionero; qué lindo, iba con toda la familia; desde tan abajo vio cómo los chicos lo señalaban y reían. Nuestro amigo sufría como casi nunca había sufrido, porque era un señor muy prolijo en su aspecto personal y con mucho prestigio en su pequeña comunidad.


El no podía estar pasando por esto.Mientras trataba de resolver la desventura, un auto se detiene detrás del suyo. Era una Volvo Rural nuevísima, nada menos que el auto de uno de sus mejores clientes, con quien mantiene una relación amistosa pero no de mucha confianza personal; mucho conocimiento mutuo pero… distancia y respecto.


Manejaba una mujer; sí, la mujer del tipo ese. La señora esta también había descubierto de qué auto se trataba y por eso paró.


Y lo vio al hombre. Estaba ahí el pobrecito, tratando de esconder su indignidad entre los pastos secos.


Y la mujer abre la puerta y baja del auto. “¡No pasa nadaaaa!!! No pasa nadaaaaa!!!”, gritaba nuestro amigo con fingido tono de tranquilidad. “Seguí viaje, seguí viaje que estoy perfecto, daleeeeeee!!!!”, decía.Pero la señora…
Quién sabe si continuará este relato…
bichosdecampo@agroparlamento.com

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