Por Rubén Dri *
“El Estado mínimo es el Estado más extenso que puede justificarse; cualquier otro Estado más extenso viola los derechos de todos.”
Robert Nozik
En el largo y despiadado conflicto que impulsan las entidades patronales del campo una y otra vez aparece el tema del golpismo que a dichas entidades les eriza la piel. Es evidente que no se puede hablar de golpismo si por tal entendemos la manera como desde la década del ‘30 de fueron dando los golpes militares en nuestro país. La situación de la ausencia de un actor fundamental, las Fuerzas Armadas, hace que ello sea imposible.
El objetivo fundamental de todos los golpes de Estado ha sido siempre someter al Estado, sacarlo del medio, reducirlo a su mínima expresión para que no entorpeciese los negocios del gran capital que tiene en la pampa húmeda el espacio ideal para sus superganancias. La mayoría de las veces fueron las Fuerzas Armadas el brazo ejecutor de esa tarea. Pero no siempre fue así. Para someter el Estado en la época de Alfonsín el medio fundamental utilizado fue la hiperinflación y los asaltos a los supermercados, más el rumor de la invasión de hordas salvajes a nuestras ciudades.
Con ello el Estado quedó postrado y el gran capital se superconcentró y acumuló ganancias insuperables en la década del ’90. Nos encontramos ahora en 2008 con una oportunidad para el gran capital de realizar ganancias fabulosas, sobre todo con ese nuevo arbusto denominado “soja”, siempre que no se meta el Estado para pretender repartir parte de esas ganancias con otros sectores.
Lo que antes se buscó y logró con las Fuerzas Armadas y con la hiperinflación ahora se busca con el feroz lockout que impulsan las entidades patronales. Los negocios de la década del ’70 se lograron al precio de 30 mil desaparecidos. Ahora se los pretende lograr con un lockout salvaje e interminable. Golpear al Gobierno para debilitar el Estado y reducirlo a su mínima expresión, el “Estado mínimo” es el objetivo. El Estado no debe meterse, como lo ha hecho, con los grandes negocios que hoy tienen entre manos los patrones del campo de la pampa húmeda. Es el ideal que siempre profesó el neoliberalismo.
En el pedido de “grandeza” que tanto la Conferencia Episcopal como el gobernador Hermes Binner le hacen a la Presidenta se desliza un grave error, pues ello significa que el Gobierno y las entidades patronales del campo son dos partes que deben entrar a dialogar. No son dos partes... Es una parte de la sociedad, la de los patrones del agro, que se ha levantado contra el Estado.
El Gobierno puede haber cometido muchos errores, pero no se lo puede llamar a dialogar en un pie de igualdad con esa parte de la sociedad a la que sólo le interesan sus negocios. Es una hipocresía afirmar que frenaron el lockout varias veces para dialogar. Siempre lo hicieron manteniendo la gente, los tractores y camiones en la ruta como amenaza. Un gobierno que pretenda ser tal no puede entrar a dialogar en esas condiciones.
* Filósofo, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).
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