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26.6.08

Habló Cristina (pobres corderos)






Cristina no vuelve más a usar la cadena nacional, porque –obviamente- usarla siempre es para cuestiones excepcionales o de urgencia. Los anuncios no tienen por qué ser siempre malos. Particularmente, un anuncio fue más que festejado en Cañada (que puede ser Rosquín, de Gómez, Seca, Honda, Verde, Real, etc). Fue el día que Cristina bajó las retenciones.
El puebloCañada es un pueblo chico del interior – no caigamos en el lugar común “del infierno grande”, que suena al peor de los pupocentrismos porteños. “La gente” de Cañada como “vive del campo” se puso del “lado del campo” y, para no ser menos, montaron su propio corte. La bajada del camino de tierra hace las veces de acceso al pueblo - un productor sacó la cuenta de los miles de dólares que aporta Cañada en retenciones, pero el acceso asfaltado es desde un lustro una mera promesa electoral, otro lugar común. Hasta ahí llevaron una vieja cosechadora, pusieron una casilla, armaron un fogón con matera y asador incluidos y juntaron algunas cubiertas viejas como para quemar. Más la infaltable rastra de dientes, que aunque no la iban a usar nunca, le daba reputación al asentamiento. Y con esto, ahora sí: basta de lugares comunes.
La viejaDoña Elvira es un viuda vieja, malísima y renegada. Vieja malísima y, peor todavía: chusma y comadrona. Su deporte preferido, al igual que buena parte de los vecinos del pueblo, es el lleva y trae. Le encanta pararse cerca del tapial, donde tiene una planta de naranjas. Disimulando que corta y junta los cítricos, para la oreja y registra todo lo que sucede en la cocina-comedor diario de los González, sus vecinos.
Los GonzálezFamilia promedio del interior, los González son ex productores. José criaba unos terneros pero vendió todo cuando le alquiló la quinta a un socio del Intendente, que ahora es productor sojero –las malas lenguas dicen que es el testaferro, pero ese es otro lugar común. Amalia es maestra, no tienen hijos. José tiene una hermana abogada, “la Cris” le dicen. Desde unos meses la Cris pelea una herencia familiar por un campo de un tío que murió viudo. “Está trabado por la comisión del gestor”, le explica “la dotora”.
El piqueteEl día lunes 16, feriado, los cañenses vieron por la tele que en Buenos Aires había un cacerolazo grosso, y no quisieron ser menos, los cañenses. Se dieron un poco de manija y decidieron ir “al piquete”. El lugar de la protesta no había sido casi visitado, salvo cuando alguno caía con algún cordero y ahí sí se tapaba de gente “apoyando al campo”. (Es de estimar, amigo lector, que la población de corderos en el país, de seguro ha sufrido en estos cien días la peor disminución de su historia, por necesidad de alimento en los piquetes rurales, aunque más que corderos, por la época, serían capones). Pero los de Cañada esa tarde-noche querían algo distinto. Decidieron que iban a cortar por primera vez la ruta, que iban a tirar los cuerpos de rastra en la ruta con los dientes para arriba y que iban a prender, por primera vez, la montaña de cubiertas viejas. Y todos, todos, “al piquete”, carajo!!! Y ahí salieron a pie, porque para ser distintos, ni bici usaron. Eran todos “pata-convocados”: no eran auto-convocados porque no fueron en auto, ni menos micro-convocados, como los que van en micro. Todo el pueblo. Todo el pueblo? No. Todo el pueblo, no. No fueron ni el matrimonio González, porque se quedaron esperando un llamado telefónico importante, ni la vieja Elvira, que no fue de renegada que es nomás.
El anuncioComo a las once, medio que se entraron a aburrir en el corte – corte es un decir porque por esa ruta y esa tarde-noche no pasó nadie, ni un vehículo, ni uno, no por intransigencia del piquete sino por la paupérrima secundariedad del camino. Para peor, como vinieron a pata ni radio tenían, así que a uno se le ocurrió prender fuego y otro capón pasó a formar parte de los índices descendentes del ganado ovino. Por las dudas, para que les avise si había alguna noticia, la llamaron a doña Elvira explicándole la carencia de receptores radiofónicos (léase radios). Al ratazo (ya eran como las 12 y media), cuando ya alguno se quería robar un riñoncito que estaba a punto, cayó doña Elvira exaltadísima de contenta, como nunca nadie la había visto. “Bajan las retenciones!! Bajan las retenciones!! Lo anunciaron recién!!!”, gritaba como loca. “Sí, sí, habló la presidenta!!! Habló Cristina!!!”
Habló CristinaElvira había terminado de cortar el teléfono con los del piquete después de que le habían pedido que les avisara “si había alguna noticia”, porque no tenían radio. E iba a prender la tele pero escuchó a los vecinos que andaban por el patio. Y fiel a su adicción por el chisme se olvidó por un rato de su misión y arrancó para la planta de naranjas. Se escondió atrás de unas ramas, bien pegadita al tapial y como era su costumbre cortó un par de frutos, tal como siempre hacía para disimular si la llegaban a pescar los vecinos. “Voy a ver si hay noticias del campo”, le decía doña González a su marido mientras se metía a la cocina. Don José se quedó sentado, cebándose un mate en la mesa de cemento incrustado con azulejos rotos, que tenían en el fondo. Y en un momento que ya estaba por pararse para ir a ver que pasaba atrás del naranjo de su vecina, salió su mujer, feliz, con una cara de juguetería, diciéndole: “Pepe, habló Cristina, ya se arregló todo con el campo!!!”. - Ah, pero que alegría, mujer!!! Hay que festejar!!! ¡¿Cuántos días de sufrimiento?!- Yo llevaba la cuenta y son más de cien, pero menos mal que se solucionó esto del campo. Dijo Cristina que bajaban los porcentajes… - y doña Elvira no escuchó más nada, tiró las naranjas, se puso un saquito, la campera, y arrancó para el piquete.
La gente chusma tiene, además del vicio, la capacidad de completar, agrandar y exagerar la información que reparte. Doña Elvira nunca terminó de escuchar de qué hablaban. Y había sido el litigio por la herencia del campo y el porcentaje subsanado era el del gestor díscolo.
Como ya estaban casi todos entre las uvas, porque el riego de tinto no faltó, nadie se costeó a chequear la información. Es más, lejos de eso, para festejar la baja de las retenciones, en el piquete de Cañada carnearon dos corderos más. A eso de las seis volvieron los últimos que todavía podían mantenerse en pie.
Bichos de Campo, en defensa de las fuentes de información (y de los pobres corderos)
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bichosdecampo@agroparlamento.com



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